
Mujer que observa. Pablo Picasso
La jubilación suele plantearse en nuestro país como la entrada a una vida sin cargas ni obligaciones. Una etapa en la que podrá vivir a su aire y hacer aquello que le guste. España tiene uno de los porcentajes más bajos de actividad laboral en esta franja de edad de toda la comunidad europea. Según la Encuesta de Empleo del Tiempo del Instituto Nacional de Estadística, sólo un 2,1% de personas mayores de 65 años seguía en el mercado de trabajo, con una media diaria de 5 horas y 45 minutos, algo más de tres varones de cada diez y solamente una mujer en la misma situación.
Si ha pensado que, a partir de su jubilación, podrá hacer de su capa un sayo se equivoca. Las personas, incluidas las mayores, somos lo que practicamos. La obligación tiene dos caras: es exigencia y guía de nuestra existencia. Si buscamos los sinónimos de obligación encontrará carga, deber e imposición pero también responsabilidad, compromiso, quehacer y cometido.
Darle puerta a las obligaciones es una irresponsabilidad que contribuirá al deterioro de su vida antes de que se dé cuenta. La persona mayor ha de verse, en el aspecto demográfico, no solo como un problema sino también como parte de la solución. No esperar a que se las den todas porque a lo peor, se las siguen dando todas en el mismo lado.
En las investigaciones sobre el tema los expertos consideran que será necesario, por un lado seguir modificando la edad de jubilación laboral, y por otro asegurar el que la persona mayor pueda acceder a los cuidados y ayudas necesarias. Hoy quiero hablar de la gran ayuda que es aprender intencionalmente. En este párrafo repetiré varias veces la palabra aprender para que no se olvide. Aprender es muy útil. Siempre he pensado que el ser humano debe aprender hasta a morirse y desde luego aprender hasta morirse. Aprender continuamente cómo hacer las cosas es parte de la vida. Para aprender es necesario prestar atención y dedicarle tiempo. Aprender significa ocuparse de uno mismo para darse valor, ánimo salud y afecto. Aprender es una forma muy activa y atractiva de cuidarse.
Dejar de ocuparse de los temas que le conciernen y ponerse en manos de otros en aquellos temas que no sabe manejar o teme equivocarse puede parecer de entrada lo mejor que puede hacer. Pero una cosa es dejarse ayudar mediante una colaboración verdaderamente participativa y no engañosa y otra dejarse hacer. Esto último, a la larga no le conviene y no le hará disfrutar.
La persona mayor que va dejando de prepararse sobre cómo hacer las cosas que no sabe pierde capacidad. Acepta la idea prejuiciosa de que ya no debe o que ya no es necesario que lo haga.
Pero envejecer no le exime de pagar impuestos y recibos cada vez más informatizados, de organizar la reforma de su casa, de necesitar comprar un billete de un transporte no utilizado habitualmente o de decidir sobre la compra de un producto novedoso. Poco a poco la falta de nuevos conocimientos irá haciendo que se sienta incapaz de afrontar su vida de una forma efectiva. Los cambios vitales requieren de nuevos aprendizajes. Aprender, como dije antes, es una parte fundamental de los cuidados que la persona mayor necesita. No diré que haya que obligarle pero si animarle de manera concienzuda y competente a que vean las ventajas de adquirir nuevos conocimientos y de cómo la aplicación de estos hará su vida más saludable.
Al igual que si no escolarizamos convenientemente a un niño no podemos concluir que tenga un Trastorno del Desarrollo Generalizado, no debemos sostener, si al anciano no se le dan las condiciones idóneas para que adquieran nuevos conocimientos, que su no capacidad (dependencia o incapacidad) le ha sobrevenido por la edad. Es curioso que en las políticas sociales se haga tanto hincapié en los cuidados y ayudas externas y no en lo que la persona mayor puede adquirir y hacer sobre ella misma.
La persona mayor tiene el derecho y la obligación de formarse y no conformarse. Por ahora la sociedad anima solo de boquilla y le suele disuadir con fuegos de artificio (hablaremos de ellos en otra entrada). Los medios de comunicación siguen hablando de abuelos, de que hay que cuidarles, de que hay que protegerles, no de lo que pueden hacer razonablemente para que se sientan independientes y dueños de sus propias vidas.
No basta con que estén entretenidos. Necesitan aprender (y desaprender mucho de lo aprendido), con buenos métodos y mejores formadores. No creo que esta sociedad prejuiciosa acabe con la persona mayor que quiere seguir responsabilizándose de su propia vida pero desgraciadamente contribuye en demasía al desatino de que esto ocurra. La integridad personal de la población que envejece está en un alto riesgo. Evidentemente por falta de cuidados no tan difíciles de observar y organizar.
Continuará…
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