
David Hockney. Mis padres 1977
El conocimiento de un lugar, en este caso el Ensanche Heredia de Málaga, y la utilización de los diferentes espacios que en él encontramos, son dos aliados valiosísimos para preservar la actividad funcional y de la vida diaria de las personas mayores.
Las acciones que se realizan en el lugar en el que uno vive cobran un significado personal, que hacen que sintamos el espacio más nuestro, convirtiéndose en un elemento de nuestra identidad. Como dice José Antonio Corraliza, profesor titular de Psicología Social y de Psicología Ambiental en la Universidad Autónoma de Madrid, “Somos el paisaje que habitamos”
Tanto las actividades que se realizan por iniciativa personal como las que se pueden efectuar con proyectos comunitarios centrados en este tramo de edad , cobran una gran importancia para facilitar la autonomía personal y proteger a las personas mayores dependientes. Esa ha sido la intención de nuestro programa psicoambiental de envejecimiento activo iniciado hace dos años en el Ensanche Heredia. Hemos tratado de llamar la atención de un barrio en el que las personas mayores son mayoría y el apoyo institucional insuficiente.
¿Qué tipo de acciones pueden fomentarse para que el vecino mayor mejore su bienestar? Las actividades que faciliten la vinculación al barrio les reportarán enormes beneficios como veremos en esta y en las próximas entradas del blog:
Una actividad fundamental es relacionarse. Tener vida social tiene una gran repercusión en el bienestar personal ya que las actividades que llevan implícito interaccionar son básicas para el ser humano.
Pero las personas mayores suelen ir disminuyendo las relaciones sociales informales que tienen con familiares y amigos, debido a una serie de acontecimientos vitales que, aunque pueden sobrevenirnos a cualquier edad, en estos momentos se hacen más presentes; hablamos de la enfermedad y la muerte.
La cercanía y facilidad de relacionarse personas que hasta ahora solo se conocían de vista o con las que habían hablado en contadas ocasiones, puede resultar más sencillo si hacemos vida cerca de dónde vivimos y el lugar nos facilita recursos confortables y adecuados para ello. No tendremos que desplazarnos lejos o depender de familiares y amigos para echar un ratillo con otros. Saludar, comentar acontecimientos, dar información sobre calles o establecimientos del barrio, comunicar algún acontecimiento personal, interesarse por lo que otros piensan o les ocurre, opinar, sonreír, establecer contacto físico y emocional, pedir pequeños favores, etc. Todo ello fortalece los vínculos sociales.
Relacionarse es sin duda una de las herramientas más eficaces para combatir la soledad. Es cierto que nosotros mismos somos nuestra mejor compañía. Ana María Matute, novelista miembro de la Real Academia Española que murió no hace mucho, comentó en una conferencia a la que asistí emocionada en 2014, que de pequeña había oído de uno de sus tutores decir: “Cuando necesites una mano amiga , mira al final de tu brazo y encontrarás una”. Considero pues, que estar solo es beneficioso en muchas ocasiones, pero en otras, nos gusta sentirnos acompañados y saber que somos importantes para alguien.
Recientemente una persona publicó una carta en internet, en ella explicaba que tenía 75 años y que lleva siete sin hacer algo que siempre le había gustado: ir a pescar. Había perdido a su mujer y su mejor amigo y no había encontrado la manera de retomar a su afición. Escribía: “Estoy sentado mirando la tele durante la mayor parte del tiempo, y me acabo sintiendo solo”. Días más tarde encontró un compañero de 22 años, con el que, en igualdad de condiciones, ha podido volver a disfrutar de la pesca.
Estar solo y sentirse solo no es lo mismo desde el punto de vista emocional. Para unos relacionarse es una tarea sencilla, pero para los que se ven incapaces de realizar este tipo de actividades, bien por inhabilidad o porque no lo consideran necesario será útil establecer redes en la cercanía, donde fomentar encuentros y vínculos.
Por eso es tan importante realizar acciones de sensibilización y ofrecer lugares de proximidad donde compartir tiempo e intereses. Conocer y hacer nuevos amigos, saber dónde encontrarlos y qué hacer con ellos, les hará sentirse mejor y confiados. Espacios que queden cerca de sus casas, que tengan horarios flexibles y donde se les espere y se interesen por ellos. Lugares donde lo que hagan tenga una repercusión personal y social.
Relacionarse no solo debe cumplir con la finalidad del entretenimiento sino con la de facilitar y fomentar el aprendizaje y la puesta en práctica de esos conocimientos, en esa dimensión social que nos hace tomar consciencia de nosotros mismos. Recordemos que nacemos personas pero necesitamos un aprendizaje continuo para serlo.
El voluntariado es otra de las caras de las relaciones sociales. Es una herramienta muy útil, sensible y solidaria para crear bienestar en uno mismo y en los demás. El barrio, que es algo más que un contenedor de personas, se convierte en un instrumento para interactuar con otros.
Termino con una frase que nos animará a todos a poner estas ideas en acción. La decía el Maestro Joda a Luke Skywalker en Imperio contraataca, la película de George Lucas: “No trates de hacerlo… ¡hazlo! De lo contrario, ni siquiera vale la pena que lo intentes”.
Continuará
Próxima entrada “Conocer y convivir en el barrio es un entrenamiento cognitivo muy conveniente”