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Tal vez pensemos que la participación de las personas mayores en la gestión medioambiental en el propio barrio no tiene mucho sentido. Este tipo de intervenciones suele relacionarse con los espacios naturales y con las personas jóvenes, que son las que deben protegerlos de un futuro más que incierto. Se considera que si eres mayor poco puedes hacer ya en este asunto.
En los espacios construidos la gestión ambiental suele incidir en el uso consecuente de medios de transporte, en alentar sobre el consumo responsable del agua y de la electricidad, en ordenar el reciclaje de residuos, en prestar atención a las materias primas que consumimos o en contrastar la duración de la vida útil de los productos que manejamos.
Las actividades que llevan a cabo sus habitantes sobre los asuntos antes señalados, pueden hacer más saludables los espacios. La utilidad que le demos al mobiliario urbano o a los edificios podrá alargar la vida útil de estos. Es decir la habitabilidad consciente aporta sostenibilidad al medio ambiente.
Por otra parte, las personas mayores pueden mantenerse más activas y funcionales si utilizan los recursos disponibles para cubrir sus necesidades diarias. Tener la oportunidad de contar, de manera casual o concertada, con algún vecino, es otro recurso valioso, pues se sentirán dueños de las acciones que realicen. Decidir a dónde, por dónde, con quien y a qué ir les rescatará del aislamiento y de la inactividad a las que muchas personas se ven abocadas, por la precariedad de su vida social.
Para vincular a la persona mayor con su espacio hay que hacerla partícipe de los problemas y de las actividades que puede desarrollar para mejorar las condiciones ambientales del lugar: limpieza, ruido, contaminación lumínica, mobiliario urbano etc., y facilitar el que utilice sistemáticamente estos recursos en beneficio propio y de los demás. No hay que dejar de contar con ella para la resolución de los problemas que puedan ocurrir en su edificio, en las zonas comunes de su propiedad o los lugares de ocio, públicos y privados que se instalan cerca de su casa. Disfruta y padece como cualquier hijo de vecino.
La atención sobre la gestión ambiental y la colaboración amigable y normalizada con sus vecinos favorece en las personas mayores el mantenimiento de estrategias cognitivas que hacen más sostenible el lugar. El ecosistema no es para usar y tirar sino para vivir y cuidar.
Si las personas mayores toman conciencia de las ventajas que tiene el mantenerse útiles y activas, y de cómo las condiciones de la habitabilidad del barrio, descritas por Berroeta y Vidal (fácil acceso, espacios bien delimitados, variedad de actividades a realizar, seguridad viaria y confort y calidad de los espacios públicos), son sus aliados, se convertirán en tenaces defensores del medioambiente.
Hace unos días leía en la prensa que «Hay que investigar mejor el impacto del ecoturismo sobre la fauna». Se me vino, una vez más, a la cabeza las consecuencias que el negocio turístico tiene sobre ciertos barrios y la desgana con que se actúa para amortiguarlas.
La gestión ambiental de los espacios construidos, su adecuación, uso y conservación interesa a las personas mayores. La existencia y asistencia de ancianos comienza ya a contemplarse como un problema de Estado, al que hay que buscar alternativas. La residencia con el todo incluido, opino que no siempre es una solución digna.
La diferencia de edad de los participantes en los asuntos medioambientales poco importa. Su gestión incluye a jóvenes y a viejos, ya que espero que el mundo se mantenga confortable después de que todos los que ahora vivimos dejemos de habitarlo, esos sí, escalonadamente.